En el debate que agita al mundo feminista en torno a las leyes “trans”, diríase que los hombres somos los grandes ausentes: aparentemente, se trataría de una controversia entre “transactivistas” y “feministas radicales”, de manera similar a como ocurre con la prostitución – donde se enfrentan partidarias de su reconocimiento como “trabajo sexual” y feministas abolicionistas, bajo la distante mirada de los varones. Diríase que la cosa no va con nosotros. O sólo de modo tangencial. Sin embargo, es todo lo contrario. En uno y otro caso – al igual que en muchas batallas culturales que pueblan nuestro día a día, como las referidas a los “vientres de alquiler” o a la pornografía – está en juego la relación ancestral de dominación de los hombres sobre las mujeres. Una relación que, para perpetuarse, necesita ser redefinida y reafirmada insistentemente frente a los cambios inducidos por el capitalismo global y…
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