Artículo original publicado en catalán en el semanario la Directa (25.10.2016)
Glòria Casas Vila. Socióloga y activista feminista (@glorinsurgent)
Políticamente la sexualidad es importante porque legitima el orden establecido en el plano más íntimo.

Los representantes más rancios del machismo violento, convocados por una red de prostíbulos (Apricots), han estado de fiesta en Barcelona a principios de octubre. Nuestro ayuntamiento “feminista y de izquierdas” los ha dejado celebrar su misoginia en el pabellón olímpico de la Vall d’Hebron.
Cuando en febrero de este mismo año el líder de los Return of Kings convocó en Barcelona un encuentro explícitamente machista (como los del salón “erótico”, sic), el gobierno municipal reaccionó rápidamente anunciando que intentaría evitar el encuentro que, finalmente, gracias a la presión de grupos feministas, se anuló. La acción feminista impidió también que el pretendido “formador en seducción”, Álvaro Reyes, hiciera sus cursos de apología de la violencia machista. Todos ellos han sido justamente criticados y boicoteados. Pero ambos son simples portavoces del mismo mensaje misógino del negocio de la explotación sexual que es la industria del porno. ¿Porqué sólo criticamos a unos individuos y no al sistema entero?
Return of Kings, Álvaro Reyes… han estado justamente boicoteados por su apología de la violencia machista, a diferencia de la industria pornográfica mainstream
Ya hace años que machistas mafiosos de todo tipo celebran este salón del porno. Hace tres años allí ganó un premio de “reconocimiento de su carrera” Ignacio Allende, alias Torbe, imputado y en prisión[i] desde abril por delitos de agresión sexual corrupción de menores, trata de personas, blanqueo de capitales y fraude fiscal. Es difícil olvidar los testimonios de varias actrices de su productora, algunas traídas engañadas de Ucrania, participando horrorizadas de bukkakes con más de un centenar de hombres: “Querían que las chicas lo pasaran mal, que tuvieran cara de sufrimiento. Que llorasen” explicaba una de las ex-actrices.
El 2007, el Comando SCUM Barcelona fue al salón del porno, que entonces era en la Farga del Hospitalet, para hacer pintadas y reventar las ruedas de los coches de los asistentes. Decían:
“SCUM no podía permanecer impasible ante tal despliegue de hechos ignominiosos y humillantes para la dignidad de las mujeres, ante tal abundancia de propaganda sexista que ofrece a los machos ansiosos de carnaza la posibilidad de creer que miren donde miren siempre habrá una mujer convertida en objeto para su propio disfrute”.
¿Porqué, casi diez años más tarde, en un contexto con muchos más grupos feministas en todo el país, la crítica colectiva ha estado tan ausente? ¿Qué ha pasado durante estos años? ¿Dónde están las acciones, los carteles, la rabia contra una fiesta macabra de nuestra cosificación sexual, donde somos reducidas a ser tratadas como orificios, donde nuestra deshumanización está en el centro del espectáculo?
Me parece extraño este silencio de la mayoría de grupos feministas –y aliados profeministas-, y el contraste es aún más agudo si tenemos en cuenta cómo las agresiones sexuales han estado al orden del día informativo sin pausa durante las semanas previas[ii]. Una actualidad informativa que hizo que hasta hombres normalmente silenciosos sobre el tema se posicionaras públicamente pidiendo una reacción masculina. ¿Y porqué ahora no? ¿La violencia sexual no tiene nada que ver con la pornografía? ¿No tiene nada que ver con el núcleo duro del negocio de los que se encuentran en este salón del porno?
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